EN STANDBY
Llevamos en Standby desde hace cuatro años. Es como si
hubiésemos puesto un disco del género de terror o suspense, en 3D, tan real, y en la
escena más escabrosa, en mitad de la película, nos diese un apretón, pero de
los de verdad, y un deseo irrefrenable de ir pitando al baño; pero antes de
esto, le diésemos al botón de nuestro aparato reproductor dejándolo en standby,
para congelar la imagen y no perder, consecuentemente, el hilo del argumento.
Así estamos desde entonces. Nada se mueve,
Nadie se mueve, me comenta un amigo que trabaja en una oficina. No reciben ni
una llamada telefónica, ni tan siquiera correos electrónicos. Los papeles están
estáticos, paralizados, cubiertos con una capa de polvo; los ordenadores, sin
más imagen que el logotipo de la empresa, inmóvil en la pantalla; el tóner de
las impresoras sin tinta por falta de uso. Apenas hay algo que hacer; lo mínimo
de lo mínimo, me dice, cuando antes era lo máximo de lo máximo. Pasamos del
todo al nada en tan corto espacio de tiempo –o largo, según se mire, tenga cada
uno o no su propia visión espacio temporal del tiempo transcurrido-; de 0 a 100
en 9,1 segundos, como rezaba algún anuncio de vehículos, que ahora tampoco se
venden. Hasta nosotros estamos /nos comportamos en standby; no sabemos si subir
o bajar; si acostarnos o levantarnos.
No se
solicitan préstamos y, por razones obvias, tampoco se conceden. En los
comercios de ropa, por ejemplo, han vuelto a sacar la moda de los 60, con olor rancio a naftalina,
aunque no se lleve, con precios de antaño, y ni con esas.
Tal vez,
cuando hayamos regresado del baño, después de haber evacuado nuestras miserias
por el váter-quizás debido al miedo psicológico que antepone siempre nuestra
mente a la imagen que íbamos a presenciar-, y tengamos la sana intención de
poner en marcha, de nuevo, nuestro DVD, dándole a la tecla ON, dudemos si
hacerlo, porque, a lo mejor nos encontramos con una película en blanco, como si
alguien hubiese borrado deliberadamente el contenido; o tal vez, veamos otra
escena peor de la que esperábamos, y que nos helará, aún más si cabe, la poca
sangre que nos queda en nuestras venas.
Según nuestro
Gobierno, los negocios no se cierran, sencillamente están en standby, a la
espera de esos “brotes verdes” tan esperados que no llegan nunca, ni antes ni
ahora. Nuestros parados, excepto los endémicos, sistémicos y privilegiados, que
también los hay, no lo son en realidad, sino que están en standby, a la espera
de una oportunidad de encontrar algún día un puesto de trabajo. Las pensiones,
sueldos, nuestros ahorros, no han decrecido, sencillamente están en standby,
esperando que les abonen con un rescate europeo a la carta para que crezcan y
vayan a parar…. a las mismas manos de siempre.
Esto es lo
que intenta nuestro Gobierno: poner en standby nuestras vidas y congelar la
imagen de esta película de terror que estamos viviendo y padeciendo todos los
días, porque, si hasta el momento presente- recuerden
lo del espacio-tiempo-, nos han puesto las peores secuencias y en el peor
escenario posible, nos dicen, puede que, por nuestro bien, no nos deban contar
el resto de la película que todavía no hemos visto, siempre pensando en el
interés general, por supuesto.
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