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jueves, 10 de enero de 2013

PERIODISMO CIUDADANO, publicado en el Faro de Vigo, 24-01-2013


PERIODISMO CIUDADANO

En primer lugar, quiero expresar mi gratitud, por alusiones, al más veterano y prolífico articulista de esta sección, a D. José Núñez López, por mencionarme en su artículo del día 4 de enero (Faro de Vigo), donde se pregunta “es importante leer Cartas al director” y en el que contesta, - un servidor así lo corrobora-, que , por supuesto.

En segundo lugar, debo indicar que este título –periodismo ciudadano-, no es de mi cosecha pero sí el más acertado de una sección –la de cartas al director-, que representa, a la par que una ventana abierta a la reflexión, un espacio que amablemente nos brinda los diarios en el que los que no somos periodistas pero sí ciudadanos preocupados por todo lo que nos atañe y rodea, como los buenos filósofos, podemos expresar libremente nuestras opiniones, denuncias, o reflexiones y que viene a ser muchas veces como la “hoja de reclamaciones” ante situaciones de desamparo e impotencia que padecemos a diario, ya que no disponemos de mejor altavoz para contarlas que esta sección, a la que algunos no le dan la verdadera importancia que se merece y donde muchos de los artículos tienen una calidad que no desmerece en absoluto a los publicados por las mejores plumas en columnas y crónicas de opinión.

Por último, invito a todos aquellos que todavía no lo han hecho a participar en esta sección enviando sus artículos. Por el espacio, que a buena lógica debe ser limitado -20 o 30 líneas-, no se preocupen, es suficiente; muchas veces mareamos la perdiz enredando un artículo más allá de lo estrictamente necesario cuando podemos decir lo mismo en pocas palabras –las justas y necesarias-, “a buen entendedor pocas palabras bastan”. Y si no, acuérdense lo que en su día ya manifestó nuestro escritor español del siglo de oro, Baltasar Gracián: “lo bueno si breve dos veces bueno”.

miércoles, 9 de enero de 2013

Reprogramémonos- publicado en El Correo Gallego, 14-01-2013


REPROGRAMÉMONOS

Las cosas están hechas de tal forma que duran cada vez menos; por ejemplo, los coches, electrodomésticos, o las mismas bombillas -excepto una que lleva encendida desde 1901 y se encuentra en California, según parece-, pero esto pertenece a la magia negra lumínica y, por lo tanto, no vale como ejemplo. Al contrario, las personas duramos cada vez más, según las estadísticas. Esto que acabo de exponer, y que se denomina “obsolescencia programada” -me refiero a la duración de las cosas, naturalmente-, no tiene mucho sentido, porque, por ejemplo: ¿Cuántos coches podríamos llegar a comprar en nuestra vida, o cuántas lavadoras y televisores?; a mayor esperanza de vida y si esta se prolonga más y más en las próximas décadas, pongo por caso hasta llegar a la edad de 120 años, pueden haber pasado por nuestras manos todo un parque móvil o línea de producción de estos cacharros.

Pero todo esto se acabó con la crisis económica y el fin del consumismo sin medida. Las cosas, aunque programadas hábilmente por las empresas para durar lo menos posible, las reprogramamos ahora con argucias y hacemos lo humanamente imposible para que duren cada vez más -ojalá pudiéramos hacer lo mismo con nuestro dinero-. Claro ejemplo lo tenemos en los cubanos que se las ingenian como pueden para circular con esos automóviles de época colonial que todavía conservan y andan por sus calles milagrosamente. Por lo tanto, aprendamos de nuestros amigos caribeños y apliquemos la obsolescencia programada pero al revés, prolongando la vida de nuestras cosas hasta límites insospechables, haciendo nuestro aquel dicho y peor chiste del CON-SU-MISMO. Por último y para aseverar todo cuanto he dicho, nada más que darnos una vuelta por nuestras calles y comprobar que, en estos momentos, se están abriendo más tiendas donde arreglar nuestra ropa que nuevos comercios, para que las personas nos apañemos con lo que tenemos escondido en casa desde hace años y que nunca nos atreveríamos a ponernos para salir a la calle en nuestro pasado reciente del consumismo más delirante y que, como nuestra juventud, nunca se volverá a repetir.