LA HOMOTECIA DE UNA CRISIS
Esta palabrita de marras
representa, en geometría, la transformación que sufre una figura;
también se puede llamar dilatación, alargamiento, contracción o
compresión.
Sin duda a este Gobierno
le tocó bailar con la más fea, reconozcámoslo, dejémonos de
monsergas y admitamos, nos guste más o menos, que algo había que
hacer para paliar la grave crisis económica que nos ha tocado vivir.
Tan cierto es que buena parte de culpa la ha tenido el Gobierno del
Sr. Aznar cuando aprobó en su día la ley 6/1998 abriendo el camino
a la especulación inmobiliaria, liberalizando el suelo en los
Ayuntamientos, haciendo inflar poco a poco una burbuja urbanística
que nos estalló a todos en la cara; como que el Gobierno actual está
intentando, por todos los medios a su alcance -lo que le deja el
escaso margen de actuación la Unión Europea- enderezar el rumbo de
nuestra maltrecha economía. El anterior Gobierno socialista, el del
Sr. Zapatero, lo intentó al final de su mandato con el antreproyecto
de la ley de Economía Sostenible con el que pretendía cambiar el
modelo productivo existente basado, en mayor medida, en el sector del
ladrillo. Lo único que consiguió, quizás superado por los
acontecimientos, fue ver un espejismo a modo de brotes verdes que
nunca llegaron a germinar.
Volviendo a la
especulación urbanística, ¿por qué o con qué intención se
liberalizó el suelo? pues porque había en nuestro País un déficit
estructural de viviendas y, al mismo tiempo se intentó, sin ningún
éxito a la luz de los escándalos urbanísticos por todos conocidos,
acabar con las corruptelas, cuando no corrupción, en los
Ayuntamientos y, también, de paso, definir con meridiana claridad lo
que era suelo urbanizable y lo que no. A partir de ese momento se
produce una homotecia brutal donde, entre los años 1997 y 2007, los
precios de la vivienda se duplicaron o triplicaron sin ningún
control por parte de los órganos reguladores, alimentando la
aparición de auténticos profesionales especuladores y depredadores
urbanísticos. En ese momento aparecen las entidades financieras, los
bancos, pero sobretodo las cajas de ahorros que encontraron un caldo
de cultivo para desprenderse del exceso de liquidez, y así lo
hicieron concediendo, a diestro y siniestro, préstamos hipotecarios,
asumiendo excesivos riesgos cuando, por ejemplo, se financiaba
temerariamente, hasta el 100% y más, el precio de tasación de la
vivienda, con tipos de interés muy bajos y plazos de devolución que
iban a la par, si me apuran, con la esperanza de vida, alcanzando en
algunos de los casos los 50 años. A esto hay que sumar el poco rigor
a la hora de conceder préstamos hipotecarios de dudosa solvencia
-con sólo la nómina y declaración de la Renta, ya era suficiente-.
Después llegó la titulización de aquellas hipotecas concedidas, en
paquetes o contenedores, y que se comercializaban en los mercados de
valores, generando una pandemia a nivel mundial que se inició, en
primer lugar, con las famosas hipotecas basura “subprimes” en
EE.UU., y poco tiempo después, como un tsunami incontrolable
recorrió todo el planeta, afectando especialmente al Viejo
Continente Europeo, a unos países más que a otros.
De la dilatación o
expansión, además de tanta cuchipanda en época de bonanza, pasamos
a la contracción o compresión más dramática, estando en estos
momentos algunos más tiesos que la mojama.
Aprendamos, pues, de los
errores del pasado y reconduzcamos la homotecia a su figura
geométrica original, con una proporción sostenida , sostenible y
equitativa de nuevos modelos productivos; y nunca perdamos el norte
de un sistema o escala de valores que algunos han tratado de
violentar por la fuerza en su propio beneficio.