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viernes, 12 de abril de 2013

Cosas que pasan


Cosas que pasan

Personas bala.- Son aquellas que van por la acera y, sin saber cómo ni por qué, se dirigen hacia tí como un torpedo teledirigido hasta impactar contra tu cuerpo. Da igual que modifiques la trayectoria (porque los ves venir), ellos, teledirigidos por un sensor oculto, siempre te buscan, buscan el objetivo, que no es otro que tropezar a posta contigo, como sea, atraídos por el imán corpóreo que, sin saberlo, llevas adosado en tu pecho.

A por la pensión, caiga quien caiga.- Caían chuzos de punta y era finales de mes, o principios, da igual. Dos personas empujan con fuerza inusitada una silla de ruedas por la acera empinada camino de una entidad financiera. En la silla, una señora anciana, de edad incalculable, envuelta en una especie de chal largo, como momificada; en su cabeza, un sombrero de lluvia calado hasta las orejas como un hongo, y calada ella hasta el refajo por efecto de la pertinaz lluvia, sin paraguas -ya lo llevan para sí sus acompañantes-. Empujan a la anciana señora con el propósito, presumiblemente, de cobrar la pensión. Contrasta la cara de felicidad de sus acompañentes, ¿familiares tal vez?, (seguro que son hija y nieta), con la mirada ausente de la anciana, indolente a los rigores climatológicos, golpeada en su cara por la lluvia y el fuerte viento, resignada, como si la llevasen al matadero, arrancada de su cama, tal vez, a la fuerza y con el propósito de dar sustento a sus vástagos.

Nota: chuzos de punta.- Cuando en las ciudades existía la figura del Sereno, portaban una especie de bastón con la punta metálica que, golpeado con fuerza (el chuzo) sobre las adoquinadas calles, producía chispas.

jueves, 11 de abril de 2013

La homotecia de una crisis


LA HOMOTECIA DE UNA CRISIS

Esta palabrita de marras representa, en geometría, la transformación que sufre una figura; también se puede llamar dilatación, alargamiento, contracción o compresión.
Sin duda a este Gobierno le tocó bailar con la más fea, reconozcámoslo, dejémonos de monsergas y admitamos, nos guste más o menos, que algo había que hacer para paliar la grave crisis económica que nos ha tocado vivir. Tan cierto es que buena parte de culpa la ha tenido el Gobierno del Sr. Aznar cuando aprobó en su día la ley 6/1998 abriendo el camino a la especulación inmobiliaria, liberalizando el suelo en los Ayuntamientos, haciendo inflar poco a poco una burbuja urbanística que nos estalló a todos en la cara; como que el Gobierno actual está intentando, por todos los medios a su alcance -lo que le deja el escaso margen de actuación la Unión Europea- enderezar el rumbo de nuestra maltrecha economía. El anterior Gobierno socialista, el del Sr. Zapatero, lo intentó al final de su mandato con el antreproyecto de la ley de Economía Sostenible con el que pretendía cambiar el modelo productivo existente basado, en mayor medida, en el sector del ladrillo. Lo único que consiguió, quizás superado por los acontecimientos, fue ver un espejismo a modo de brotes verdes que nunca llegaron a germinar.
Volviendo a la especulación urbanística, ¿por qué o con qué intención se liberalizó el suelo? pues porque había en nuestro País un déficit estructural de viviendas y, al mismo tiempo se intentó, sin ningún éxito a la luz de los escándalos urbanísticos por todos conocidos, acabar con las corruptelas, cuando no corrupción, en los Ayuntamientos y, también, de paso, definir con meridiana claridad lo que era suelo urbanizable y lo que no. A partir de ese momento se produce una homotecia brutal donde, entre los años 1997 y 2007, los precios de la vivienda se duplicaron o triplicaron sin ningún control por parte de los órganos reguladores, alimentando la aparición de auténticos profesionales especuladores y depredadores urbanísticos. En ese momento aparecen las entidades financieras, los bancos, pero sobretodo las cajas de ahorros que encontraron un caldo de cultivo para desprenderse del exceso de liquidez, y así lo hicieron concediendo, a diestro y siniestro, préstamos hipotecarios, asumiendo excesivos riesgos cuando, por ejemplo, se financiaba temerariamente, hasta el 100% y más, el precio de tasación de la vivienda, con tipos de interés muy bajos y plazos de devolución que iban a la par, si me apuran, con la esperanza de vida, alcanzando en algunos de los casos los 50 años. A esto hay que sumar el poco rigor a la hora de conceder préstamos hipotecarios de dudosa solvencia -con sólo la nómina y declaración de la Renta, ya era suficiente-. Después llegó la titulización de aquellas hipotecas concedidas, en paquetes o contenedores, y que se comercializaban en los mercados de valores, generando una pandemia a nivel mundial que se inició, en primer lugar, con las famosas hipotecas basura “subprimes” en EE.UU., y poco tiempo después, como un tsunami incontrolable recorrió todo el planeta, afectando especialmente al Viejo Continente Europeo, a unos países más que a otros.
De la dilatación o expansión, además de tanta cuchipanda en época de bonanza, pasamos a la contracción o compresión más dramática, estando en estos momentos algunos más tiesos que la mojama.
Aprendamos, pues, de los errores del pasado y reconduzcamos la homotecia a su figura geométrica original, con una proporción sostenida , sostenible y equitativa de nuevos modelos productivos; y nunca perdamos el norte de un sistema o escala de valores que algunos han tratado de violentar por la fuerza en su propio beneficio.