día y hora

jueves, 13 de diciembre de 2012

LA PRIMA NOS ESTAFA


LA PRIMA NOS ESTAFA 

Dicho así suena feo, pero que muy feo. Se podría interpretar que un familiar nuestro muy  cercano, como nuestra prima, nos está engañando y, por lo tanto, sería merecedora del reproche, no ya de nuestra propia familia, sino de la sociedad entera; por eso, si no estamos seguros, habrá que anteponer siempre el adjetivo presunta.

Pero otra cosa es que lo diga, nada más y nada menos, que Il cabaliere Silvio Berlusconi, el pintoresco ex primer ministro italiano que parece haber salido de un “libretto” de ópera barata. Lo que sucede es que este buen señor, con cara de marioneta de ventrílocuo trasnochado, se refería a la prima de riesgo, según nos cuentan los periódicos que dijo el otro día en un arrebato de locura transitoria (v.gr. Faro de Vigo, 12-12-12).

 Como muy bien dice este señor, “la prima de riesgo no le importa a nadie”, incluido a un servidor, porque sencillamente no entendemos su comportamiento caprichoso. Como nuestra prima, la presunta estafadora, la prima de Berlusconi es de armas tomar porque lo mismo un día está de buenas y se relaja, como al siguiente nos pone verdes y se inflama, y si esto sucede, que es casi siempre, pasamos de ella por no enfrentarnos y, por lo tanto, hace lo que quiere con nosotros y un buen día nos pega la puñalada trapera y nos puede llegar a estafar, que dicho sea de paso ocurre últimamente con mucha frecuencia. ¡Porca miseria!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA IMPORTANCIA DE UNA COMA - parodia, publicado en el Faro de Vigo, 18-01-2013


LA IMPORTANCIA DE UNA COMA 

No es ninguna novedad que este signo ortográfico, al que pocos le dan la importancia que verdaderamente se merece, puede variar el sentido de una frase dependiendo donde se ponga, naturalmente; al igual que un accidente geográfico fortuito y excepcional puede alterar el curso normal del cauce de un río.

            Analicemos a continuación dos de las frases dichas, no hace mucho, por un político (candidato en su día a presidente de gobierno), y por un insigne y defenestrado empresario, tanto en mítines como en comparecencias públicas,  y reproducidas en los medios de comunicación después con mejor o peor estilo:

No vamos a subir los impuestos”. Esta frase la repitió hasta la saciedad el Sr. Rajoy en la campaña electoral, antes, lógicamente, de ser investido presidente del gobierno. Pero lo que realmente quiso decir en su día fue lo siguiente: “No, vamos a subir los impuestos”; como así finalmente ha sucedido subiéndolos y de qué manera, tanto los directos como los indirectos, una vez instalado cómodamente en la Moncloa. Lo que sucede es que la segunda frase sólo la entendimos unos pocos iluminados que apreciamos, más que el resto de los mortales, el auténtico significado de una coma.

La segunda frase, o perla, según se mire, corresponde a un empresario, pero no a uno  cualquiera, sino al que fuera en su día presidente de los empresarios españoles, el señor Díaz Ferrán, nada más y nada menos. Ante la pregunta de un avezado periodista: algunos expertos opinan que en España hay que ajustar todavía más los salarios y el tiempo de la jornada laboral para ser más competitivos; otros opinan todo lo contrario, y que con estas medidas, las primeras y las segundas, saldremos de esta puñetera recesión económica que estamos padeciendo cuando le venga en gana a los mercados, más tarde que pronto, eso es cierto. ¿Qué opina usted al respecto? A lo que el intachable y honorable empresario contestó: “No hay que trabajar más y ganar menos…. para ser más competitivos”, dejando a todos los presentes estupefactos y confundidos; cuando realmente lo que quiso decir y dijo finalmente, desdiciéndose de su frase anterior, con la rotundez que lo caracterizaba, fue lo siguiente: “No, hay que trabajar más y ganar menos….para ser más competitivos”, ante el alivio de los empresarios presentes y el cabreo de los trabajadores  no presentes pero aludidos directamente.

            Lo dicho, sólo unos cuantos sabemos darle a nuestro signo ortográfico la importancia que se merece, como los buenos jugadores conocen el momento oportuno para utilizar convenientemente el enroque en una partida de ajedrez. Así sea.