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sábado, 1 de diciembre de 2012

"LA MITAD DE LA MITAD", publicado en El Correo Gallego, 4-01-2013


“LA MITAD DE LA MITAD” 

Del todo a la mitad, esto es lo que nos ha traído, desgraciada o afortunadamente, la crisis económica; y algunos, viendo el lado positivo, hasta dicen haber conseguido con ella, ahorrar misteriosamente algunas de las facturas de sus servicios básicos.

            Hablando el otro día con un amigo mío, del que no tengo en principio que desconfiar, me comentaba que él, en su casa, había reducido a la mitad el consumo de electricidad, desenroscando algunas bombillas de las habitaciones: si en una había una lámpara, por ejemplo, con seis bombillas encendidas, cada una de 40 W, ahora sólo hay tres y de 15; si antes se ponía una lavadora diaria, en una casa de cuatro almas, incluida la de la abuela, pues ahora se espacia y, a costa de ser un poquito más guarros, sólo se enchufa los días impares del mes-excepto los domingos y festivos, que no cuentan-. Hacemos nuestras, por necesidad económica, no por falta de hambre, las dietas CLM y BLM, o lo que es lo mismo, comer y beber la mitad de lo que estábamos acostumbrados a hacer antes de la crisis. Con el agua, pasa tres cuartos de lo mismo. Ya no digamos de los teléfonos móviles: donde antes en una casa había cuatro o seis para tres personas, ahora sólo utilizamos uno y compartido, y nada de llamadas tontas, excepto las urgentes y estrictamente necesarias, usando para ello la aplicación, gratuita de momento, de los “whatsApp”. Idem ocurre con la factura de la gasolina y demás gastos superfluos: comunidad, club de golf, náutico, squash, gimnasio,  etc.

            Cuando, finalmente nuestro amigo nos suelta aquello de que: “hasta he conseguido reducir a la mitad las cuotas que mensualmente pago por mis préstamos, hipotecario y personal,  con enviar un simple correo electrónico a mi banco”, entonces es cuando nos levantamos de la mesa y le diremos, con muy buenas palabras: amigo mío, de lo que me has contado, “la mitad de la mitad”. ¡No te digo!   

viernes, 30 de noviembre de 2012

EN STANDBY, publicado en el Faro de Vigo, 4-12-2012 y en El Correo Gallego, 5-12-2012


EN STANDBY

Llevamos en Standby desde hace cuatro años. Es como si hubiésemos puesto un disco del género de terror o suspense, en 3D, tan real, y en la escena más escabrosa, en mitad de la película, nos diese un apretón, pero de los de verdad, y un deseo irrefrenable de ir pitando al baño; pero antes de esto, le diésemos al botón de nuestro aparato reproductor dejándolo en standby, para congelar la imagen y no perder, consecuentemente, el hilo del argumento.

 Así estamos desde entonces. Nada se mueve, Nadie se mueve, me comenta un amigo que trabaja en una oficina. No reciben ni una llamada telefónica, ni tan siquiera correos electrónicos. Los papeles están estáticos, paralizados, cubiertos con una capa de polvo; los ordenadores, sin más imagen que el logotipo de la empresa, inmóvil en la pantalla; el tóner de las impresoras sin tinta por falta de uso. Apenas hay algo que hacer; lo mínimo de lo mínimo, me dice, cuando antes era lo máximo de lo máximo. Pasamos del todo al nada en tan corto espacio de tiempo –o largo, según se mire, tenga cada uno o no su propia visión espacio temporal del tiempo transcurrido-; de 0 a 100 en 9,1 segundos, como rezaba algún anuncio de vehículos, que ahora tampoco se venden. Hasta nosotros estamos /nos comportamos en standby; no sabemos si subir o bajar; si acostarnos o levantarnos.

            No se solicitan préstamos y, por razones obvias, tampoco se conceden. En los comercios de ropa, por ejemplo, han vuelto a sacar la  moda de los 60, con olor rancio a naftalina, aunque no se lleve, con precios de antaño, y ni con esas.

            Tal vez, cuando hayamos regresado del baño, después de haber evacuado nuestras miserias por el váter-quizás debido al miedo psicológico que antepone siempre nuestra mente a la imagen que íbamos a presenciar-, y tengamos la sana intención de poner en marcha, de nuevo, nuestro DVD, dándole a la tecla ON, dudemos si hacerlo, porque, a lo mejor nos encontramos con una película en blanco, como si alguien hubiese borrado deliberadamente el contenido; o tal vez, veamos otra escena peor de la que esperábamos, y que nos helará, aún más si cabe, la poca sangre que nos queda en nuestras venas.

            Según nuestro Gobierno, los negocios no se cierran, sencillamente están en standby, a la espera de esos “brotes verdes” tan esperados que no llegan nunca, ni antes ni ahora. Nuestros parados, excepto los endémicos, sistémicos y privilegiados, que también los hay, no lo son en realidad, sino que están en standby, a la espera de una oportunidad de encontrar algún día un puesto de trabajo. Las pensiones, sueldos, nuestros ahorros, no han decrecido, sencillamente están en standby, esperando que les abonen con un rescate europeo a la carta para que crezcan y vayan a parar…. a las mismas manos de siempre.

            Esto es lo que intenta nuestro Gobierno: poner en standby nuestras vidas y congelar la imagen de esta película de terror que estamos viviendo y padeciendo todos los días, porque, si hasta el momento presente- recuerden lo del espacio-tiempo-, nos han puesto las peores secuencias y en el peor escenario posible, nos dicen, puede que, por nuestro bien, no nos deban contar el resto de la película que todavía no hemos visto, siempre pensando en el interés general, por supuesto.