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martes, 17 de abril de 2012

MONARQUÍA DEL SIGLO XXI- Artículo periodístico-

MONARQUÍA DEL SIGLO XXI


            Quiero expresar la opinión,  creo que compartida por muchos, acerca del papel de la Monarquía en nuestro País y que bien podía extrapolarse al resto de las monarquías, principalmente europeas.

            Vaya por delante  mi más sincero aprecio personal  por la persona del Rey y su familia; otra cosa bien distinta es la duda razonable sobre el sentido soberano, su encaje constitucional y político, y el papel que debe desempeñar la  Monarquía del siglo XXI.

            Ya conocemos los antecedentes de la instauración de la Monarquía en nuestro país y su vínculo en nuestras constituciones a la largo de la historia. Fue en el año 1967 cuando se inicia el camino para abrir España al mundo y aproximarse a Europa, restaurando la tradición monárquica; y las Cortes y el Consejo del Reino convocadas el 22-1-1975  proclamaron definitivamente la figura del Rey.

            Con la aprobación de la Constitución de 1978, no sin recelo por parte de un amplio sector de las filas socialistas, se establece en el título preliminar y en su artículo 1-3 que “la forma política del  Estado español es la Monarquía parlamentaria”. Pero cuando nuestra Carta Magna establece en su artículo 9-1 que “todos los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”; y en el artículo 14 dice: ”todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacionalidad, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición  o circunstancia personal o social, nos encontramos con una clara desigualdad y manifiesta contradicción entre la persona del Rey y todos los demás individuos que formamos parte esencial de esta sociedad.

            En el Título II que habla de la Corona y en los artículos 56-3 al 65 se establece el Refrendo por parte del Presidente de Gobierno, ministros o presidente del Congreso de los diputados a los actos del Rey porque este, según nuestra constitución, es inviolable y no está sujeto a responsabilidad. Los españoles han sabido reconocer en la Monarquía un símbolo de paz, libertad y justicia social y por lo tanto los actos del Rey deberían ser fiel reflejo de esa libertad,  de la justicia y la igualdad. Ya lo expresó el Monarca el día de Nochebuena en su discurso de Navidad: “todos somos iguales ante la ley”, en clara alusión, entiendo, al incidente judicial destapado y que implica a un miembro de su familia.

            También se ha insinuado en los medios de comunicación la posibilidad de que el Rey abdique. Pero estamos en lo mismo, abdicará, en su caso a favor de su heredero, dándole su parabién  y continuando de esta forma la línea dinástica establecida, o sea perpetuando la Monarquía, ad infinitum. Aquí de lo que se trata, no es de cambiar a las personas sino afrontar, de una vez por todas, el debate sobre el hecho mismo de la Monarquía y su encaje en una sociedad moderna, aunque a algunos esto le pueda parecer una pampringada.

            El malestar está a flor de piel por parte de un amplio sector de la población a raíz de los últimos acontecimientos, incidentes y causas judiciales abiertas de algunos miembros de la familia Real. Muchos se preguntan si perpetuar la Monarquía por los siglos de los siglos tendrá mucho sentido en pleno siglo XXI. La clase política lo dice con la boca pequeña, pero el sentir de una gran parte de la sociedad es de rechazo, máxime cuando familias enteras las están pasando canutas debido a la crisis económica más grave de los últimos tiempos.

            Termino diciendo, que si es verdad que estamos asistiendo a un cambio de ciclo en todos los sentidos y  a todos los niveles, este tendría que alcanzar también  a nuestra Monarquía, procediendo, con el debido consenso como determina nuestra Constitución en su artículo 168, a una revisión  del contenido esencial del Título II, dotándola de un contenido claro y  exento de ambigüedad, adaptándola a los tiempos actuales, pero pensando también en los futuros que están aún por venir.


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