¡Qué difícil es ser feliz!
Esta ha sido la escueta nota que una menor de Ciudad Real
dejó, al parecer, antes de suicidarse debido al presunto acoso a que se vio
sometida por sus propios compañeros de instituto.
Estas cinco palabras encierran un sentimiento tan grande de
rabia, de profunda frustración, de hartazgo e impotencia que poco más se puede
decir; y refleja, al mismo tiempo, la madurez de determinación de esta joven de 16 años, incomprensible para muchos, ante los
continuos padecimientos sufridos.
Si para una persona mayor de edad ser víctima psicológica de violencia de
género, por ejemplo, o de acoso en el trabajo-mobbing-, representa un trauma difícil de sobrellevar, lo es más en
una persona que todavía no ha alcanzado la plena madurez como el caso de esta
adolescente y que nos descubre los peores instintos a lo que son capaces algunas
personas, aunque sean niños o jóvenes, y que son difíciles por sí mismos de
entender y explicar.
Todos hemos leído y escuchado en los medios de comunicación
situaciones similares de bullying,
que es como se conoce el acoso escolar, situación que en algunos de los casos
es alimentada por la pasividad, incomprensión e ignorancia de profesores y
padres y que los propios niños o jóvenes reproducen, a veces, cruelmente con
sus propios compañeros de clase infligiendo un daño que va más allá de la burla
o la no aceptación de la diferencia, o de las limitaciones físicas, y que puede, en
los casos más extremos, suponer la pérdida irreparable de la persona sometida
durante un tiempo prolongado a estas antisociales y reprochables conductas,
como lamentablemente ha sucedido en este caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario