Se fraguó entre sueños interrumpidos y desvelos meditados y
compartidos. No importaba la distancia ni el tiempo de espera, sólo el anhelo de
tener entre sus brazos a una pequeña flor maltratada por la vida y ahora
resurgida con el amor de sus nuevos Padres.
¡Cuánta
incertidumbre!, ¡cuántos sufrimientos!, y ¡cuántos trámites burocráticos
indolentes! para conseguir volcar sobre la inocencia de su alma el amor
prístino y los mejores cuidados posibles que le negó la vida. La única
oportunidad de olvidar su efímero pasado y llenar el vacío de su existencia,
afrontando juntos en familia los nuevos tiempos que están aún por venir.
Por medio se
interpone geográficamente el mar azul, el desierto y los países más depauperados
por la miseria, el olvido y los conflictos armados.
Ya no
importa el sufrimiento vivido; los días,
semanas y meses de espera interminables. La lenta agonía de las estaciones
vividas son ahora el fruto del tesoro más preciado: “Mistre”, la fácula más brillante, nuevamente renacida para la vida.
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