LOS REMEDIOS DE LA ABUELA
Cuando estamos asistiendo al bochornoso y deplorable
espectáculo de corrupción que recorre esta nuestra piel de toro como una
epidemia me acuerdo, no sé muy bien por qué, de la urticaria, esa enfermedad
eruptiva que aparece en la piel como un sarpullido incómodo, una erupción leve,
en principio, y pasajera. Corremos el riesgo de rascarnos compulsivamente y
pasar del insignificante granito al eccema, algo más serio, formado por
vesículas rojizas que dan lugar a feas costras escamosas. Si a pesar de ello
nos empeñamos en no darle la importancia que se merece hasta el punto de perder
la fe en una pronta mejoría, como le ha ocurrido recientemente al Papa que ha
perdido, según comentan, la fuerza tanto física como espiritual para continuar
en el cargo, puede que lleguemos a tener nuestro cuerpo invadido de llagas, o
peor aún, de dolorosos y repugnantes forúnculos. Para que no lleguemos a este
lamentable estado, nada mejor que echar mano de los remedios y consejos de la abuela quien,
para el eccema, tiene uno infalible, que no es otro que emplastos de leche
de burra.
Para curar
la corrupción que ha invadido el País hasta poner en peligro nuestra frágil
Democracia, la abuela, con sus sabios y prácticos consejos, recomendaría unas
cuantas “leches” bien dadas a los corruptos y una larga y meditada cura de
reposo en la trena.
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