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viernes, 29 de marzo de 2013

Estar a la sopa boba


ESTAR A LA SOPA BOBA 

Esta locución, en sus orígenes, se usaba para indicar el bodrio que componían las sobras  de la comida de los conventos y que, por caridad, se repartía a los pobres que acudían a sus puertas. También se aplica para todas aquellas personas que viven a costa de los demás, por lo que me permito utilizarla en este artículo para decir que en este país, al parecer, los únicos que trabajan de verdad en favor del buen funcionamiento de los servicios públicos, entre otros colectivos no menos importantes, y sin importarles los festivos ni la semana de Pasión, son algunas juezas y algunos jueces –no menciono nombres y apellidos, por todos conocidos-. A saber: la tenaz jueza de los ERES que, pese a las zancadillas, ella va a lo suyo, que no es otra que averiguar el supuesto entramado de sobornos, cohechos y demás cuchipandas habidas durante más de una década y que van desde el jeta del chófer, del caradura de un exsindicalista hasta llegar a la cúspide del poder en la Junta de Andalucía; el tesón del juez del caso Bárcenas y su conexión con la trama Gürtel en la presunta financiación del partido Popular; finalizando por el insobornable juez del caso Nóos que con su bonhomía y buen hacer está finalizando la instrucción de un turbio asunto que salpica, nada más y nada menos, que a la mismísima Casa Real. Hay muchos más ejemplos pero, por ceñirme a los más conocidos últimamente y por el espacio asignado en esta sección, no me queda otra.

            Por la contra, la clase política, tanto de izquierdas como de derechas, incluidos los de medio centro, parece que viven en su castillo de naipes, indolentes al sufrimiento de sus súbditos y comiendo de la sopa boba de nuestros impuestos.

 Me he despachado a gusto, lo necesitaba.

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