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lunes, 24 de junio de 2013

Los "intocables", publicado en el Faro de Vigo, 17-07-2013


LOS INTOCABLES

Ahí los tenéis, ocupando la cabecera de los periódicos. Van sobrados por la vida, indolentes al sufrimiento ajeno porque lo que piensan de ellos los demás, sencillamente, les importa un bledo. Tienen, con frecuencia, lagunas de memoria; padecen de amnesia transitoria. Si les preguntas por qué o cómo pudieron hacer tal cosa, responden con evasivas: Yo no…, sacudiendo la culpa a sus adláteres más sumisos que ahora se han quedado desprotegidos, indefensos y a merced de la ira del respetable.

            Cuando ostentaban el poder omnímodo, los intocables se sentían dueños del universo y protectores de los más débiles y necesitados. Ahora, cuando han pasado a ser simples mortales y a compartir el espacio telúrico, quisieran desaparecer, volverse invisibles. Pero en sus rostros todavía conservan esa mirada fría de antaño, desafiante, a veces. Sus gafas de D & G y sus impecables trajes hechos a medida les delatan. Pero ahora ya no gozan de la popularidad ni del aplauso fácil y complaciente. Quieren disimular en sus comparecencias, cada vez menos públicas, pero les hierve la sangre, les corroe no gozar del prestigio irrecuperable. Se sienten, ahora, incomprendidos.

¿Por qué; cómo hemos llegado a esta situación?, se preguntan azorados, incrédulos. Nosotros que éramos los intocables, los conseguidores, los favorecedores; ahora sentimos, nos dicen, sobre nuestra conciencia la respiración entrecortada del venido a menos, del asfixiado hipotecado, del indignado, del desesperado preferentista, del ahorrador engañado.

            A pesar de todo, los seguimos viendo, de vez en cuando, en los periódicos, con ese aire altivo característico de intocables pero, al mismo tiempo, con el brillo apagado en sus pupilas y el rictus desencajado en sus caras. Han quedado tocados para siempre en su honor y en su orgullo perdiendo el poco crédito que aún les quedaba.

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