Tocando Suelo
A
veces, en la vida, es aconsejable y hasta necesario, pegarte de
bruces contra la suela de tus zapatos para darte cuenta de
determinadas cosas. Es lo que sucede con las llamadas “cláusulas
suelo” que, otrora agazapadas o disimuladas entre el clausulado de
tu hipoteca y a las que no le prestabas la menor importancia, son
ahora más conocidas que la prima de riesgo, que ya es decir.
Las
cláusulas suelo eran unas mentirijillas inocentes y piadosas como,
cuando niños esperábamos la tan ansiada llegada de los Reyes Magos
y no veíamos el día en el que podíamos disfrutar de nuestros
deseados y merecidos regalos. Pues con las cláusulas suelo ocurre lo
mismo. Sabíamos, ahora con mayor conocimiento de causa (o de
cláusula), que el índice de referencia llamado euribor está en
estos momentos tan bajo como el índice de confianza que usted y yo y
la inmensa mayoría de los españoles tenemos en nuestra economía y
en nuestros políticos. Y a pesar de ello comprobamos, mes a mes,
cómo nuestra hipoteca no baja, en el mejor de los casos, del 3,5%.
El
milagro de que, algún día, pudiésemos llegar a pagar por nuestro
recibo del préstamo la mitad, ha llegado por fin para algunos en
forma de sentencia del Supremo. Para los demás mortales y sufridos
consumidores, todavía habrá que aguardar un poco, pero, a buen
seguro, que llegará, de una forma u otra.
Por
lo tanto, ¡Gaudeamus!, al comprobar que, poco a poco, estas
cláusulas abusivas van desapareciendo de nuestras vidas por la
fuerza de la razón y también gracias a algunas sentencias
judiciales.
Entre todos conseguiremos el equilibrio contractual necesario que
debe presidir en todo momento entre las partes contratantes.
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