CUÑAS PUBLICITARIAS
Apuro mi café con leche en el desayuno mientras espero por
las noticias de las ocho. Antes, una batería machacona de cuñas publicitarias,
a las que algunos no le prestamos ni la más mínima atención, inunda las ondas.
Intentas abstraerte, sorbiendo el café con leche que está a punto de quemarte
la tráquea de lo caliente que está. Algunas de estas cuñas publicitarias te pueden
producir una acidez en el estómago debido a que, a fuerza de escucharlas una y
otra vez, te quedan grabadas en tu memoria e, inconscientemente, aunque no lo
quieras, llegas hasta tararear por lo bajo algunas de las canciones que
acompañan al mensaje. Las cuñas publicitarias son como alienígenas que
intentan, poco a poco, abducirte la poca sesera que aún te queda disponible en
tu disco duro. El mensaje de algunos de estos anuncios no puede ser más
frívolo, como, por ejemplo, el de la O.N.C.E. o el del Organismo Nacional de Loterías y Apuestas
del Estado, más conocido, este último, por el acrónimo de O.N.L.A.E., en el que se nos invita a
participar en unos juegos y apuestas bendecidos por el gran casino en que se ha
convertido el Estado y que, debido al factor matemático y exponencial de la
probabilidad estadística –algunos le llaman azar-, ni usted ni yo ni la inmensa
mayoría de los mortales llegaremos a conseguir jamás un premio, a lo sumo un
reintegro de pascuas en viernes para seguir……jugando adorando, de esta forma,
al vellocino de oro al que algunos se agarran como a un clavo ardiendo. Cambio
de emisora y vuelvo a escuchar los mismos anuncios Ofensivos, Nimios, Lacios,
Anodinos y Estúpidos. De nuevo muevo el dial y me sale la emisora oficial del
Reino, y escucho a una sarta de contertulios opinando de todo, sabiendo de
todo, como auténticas enciclopedias del conocimiento, y lanzando diatribas a
diestro y siniestro. Me impaciento y me cabreo, al mismo tiempo que me cae una
gota de café en el cuello de la camisa recién lavada y planchada. Entonces, para
alegrarme el día, me acordé de la siguiente frase ocurrente que me soltó un
amigo hace poco, en relación a la poca gracia de la que hacen gala algunos
tertulianos, políticos y, por supuesto, cuñas publicitarias: “Onde non hai, N’ONLAE”.
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