UNA CURA DE HUMILDAD
Nadie, ni uno mismo, debería
considerarse el más listo de la clase, ni el más guapo (tampoco el más feo).
Aunque tengamos nuestras fantasías o aspiraciones, o complejos, debemos
aterrizar de vez en cuando poniendo nuestros pies en el suelo, y no estar
suspendidos constantemente en las nubes. La pólvora hace mucho tiempo que fue
inventada y a lo más que podemos aspirar es a ver cumplidos, algún día,
nuestros deseos más lascivos. Digo más, es necesario que alguien nos despierte
de nuestras efímeras ilusiones y nos haga ver que las cosas, a menudo, no son
como nos las pintan, y que tenemos que mordernos, más de una vez, los labios,
apretando bien los dientes, antes de creernos mejores que los demás.
Por
poner un ejemplo reciente, es lo que ha sucedido con la selección española de
fútbol que ocupando, en estos momentos,
el número uno en el ranquing de la FIFA, era la envidia y el ejemplo a
seguir por las demás selecciones. Hasta que la Canarinha nos hizo morder el
césped del Maracaná.
Si
uno no es capaz de practicarse, de vez en cuando, una cura de humildad, nada
más aconsejable que acudir a un buen amigo, al que con frecuencia ignoramos, para que nos cure las heridas que nuestro orgullo no nos deja apreciar.
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