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martes, 13 de diciembre de 2011

Madriñán, el hombre de la paciencia infinita.

Madriñán, compañero y amigo
En estos años he ganado compañeros y amigos que durarán toda  la vida, y he compartido experiencias profesionales, a veces no tan dulces, que espero me sirvan de reflexión y aprendizaje.
Sin duda hay personas que merecen tener un lugar destacado en mi blog, y ese es Madriñán, mi compañero pero sobre todo  Amigo,” el hombre de la paciencia infinita. Compañero, porque durante algún tiempo coincidimos en el mismo lugar de trabajo. Con un montón de recibos domiciliados y no domiciliados, y también efectos a pagar con vencimiento incorporado encima de su mesa, atendía a cada uno de ellos con una meticulosidad y precisión digno del mejor cirujano. Analizaba, con la  paciencia que le caracteriza, las infinitas posibilidades que ofrecía la tarea encomendada y cuando por fin acababa, se le podía apreciar la cara de satisfacción en su semblante.
También compartimos amistad “gastronómica” en las comidas de los jueves en el “Bar Turista”, que está situado, mientras no le echen la piqueta,  en los soportales de El Berbés en Vigo, barrio típico mariñeiro. Un lugar “singular” por su continente pero con una  calidad en sus platos fuera de serie:  cariocas, chinchos, xoubas, lubina a la espalda, rape a la gallega, abadejo insuperable y  de vez en cuando caía algún marisquito. Todo esto servido, a la velocidad de la luz y con el pan entre el sobaco, por nuestro querido amigo Manuel  Alén, Ibarreche para los amigos, que Dios lo tenga en su gloria.
Coincidimos recientemente mi amigo Madriñán y un servidor haciendo una incursión pacífica en las posesiones del Puerto pesquero de Vigo, y más concretamente en los viveros  de marisco, con el objeto  de  averiguar qué manjares  atesoraban las cetáreas allí instaladas. Camarones, centollas, nécoras, etc., todas ellas nadando libremente en el espacio habilitado. He de decir que algo de allí nos hemos llevado para nuestras respectivas casas mi Amigo y yo, y en la conversación  que tuvo lugar durante el café, me comentó que había sido abuelo recientemente, y que al nieto le habían puesto de nombre Nicolás. Enhorabuena compañero y Amigo, porque  te hará falta mucha “paciencia” en tu nueva labor como abuelo, aunque a decir verdad, a tí te sobra porque eres el hombre de la paciencia infinita”. (Le dedico a mi amigo la canción de Andrés do Barro, o camiño que me leva a San Antón.)

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