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viernes, 7 de diciembre de 2012

"OBRAS MENORES"


"OBRAS MENORES" 

Hay obras –las públicas-, que parece no tener fin, por ejemplo, las del AVE; con esto quiero decir que sabemos cuando empezaron, a través de un complicado proceso previo – necesidades reales y decisión política, acertadas o no, consignación presupuestaria, estudios, tanto de impacto medioambiental como geológicos,  etc-, y finalmente puesta en marcha del proyecto; pero no sabemos cuándo van a concluir.

            Pero existen otras obras menores, no sólo por el coste económico y la decisión que supone, que también se pueden eternizar en el tiempo por la duración de las mismas. Me refiero  a ciertas obras que algunos soportamos estoicamente en una comunidad de vecinos (incluidos domingos y fiestas de guardar). Como las públicas, se sabe cuando empiezan, porque las sentimos, por ejemplo en la reforma integral de un cuarto de baño. Empiezan con unos martillazos indiscriminados y ensordecedores, Pom!, Pom!, que hacen temblar, literalmente, las paredes y columnas comunitarias, también las maestras, pero que afecta principalmente a los pisos adyacentes –los más próximos, superior e inferior-, haciendo tintinear los vasos y vajillas de nuestra vitrina, porque, en una primera fase, aporrean sin piedad las vetustas baldosas y el pavimento. Después de retirar los escombros pertinentes, incluida la anticuada e inútil bañera y demás sanitarios, dejan aquel cuarto de baño como un campo de batallas minado, como un queso gruyere. A continuación y después de cementar, preparando el terreno para colocar las nuevas y relucientes baldosas, escucharemos los Pim!, Pim! y los Toc!, Toc! acompasados que provienen de aquel martillo más pequeño pero machacón y que retumba en nuestro oído medio y cerebelo con un sonido acompasado, con cadencia, como marcando el ritmo a los penitentes galeotes en una galera romana de esclavos.

            Cuando finalmente piensas que todo ha finalizado, recuperando la paz y tranquilidad perdidas antes de las obras menores, escuchamos nuevamente los Pom!, Pom! y los Pim!, Pim!, o Toc!, Toc!, en el mismo u otro piso, rompiendo definitivamente la buena armonía y convivencia comunitarias, desquiciándote los nervios.

Finalmente diremos, no a modo de reproche, que estas obras menores no las suelen hacen las UTES sino los SIN-PA, apelativo este cariñoso de todos aquellos abnegados albañiles conocidos, o desconocidos, que hacen la obra menor sin factura –IVA no incluido, por supuesto-, que trabajan, no por amor al arte precisamente y que, llegado el caso, pueden convivir con sus mandantes convecinos largas temporadas hasta formar parte “de facto”, no “de jure”, de la unidad familiar.

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