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miércoles, 17 de abril de 2013

Obras menores, publicado en el Faro de Vigo, 17-04-2013


Hay obras –las públicas–, que parecen no tener fin; por ejemplo, las del AVE o las de la Cidade da Cultura en Santiago de Compostela. Con esto quiero decir que sabemos cuando empezaron, pero desconocemos, a ciencia cierta, cuándo van a concluir.
Pero existen otras obras, calificadas como menores, que también se pueden eternizar en el tiempo. Me refiero a ciertas obras que algunos soportamos estoicamente en una comunidad de vecinos (incluidos domingos y fiestas de guardar). Como las públicas, se sabe cuándo empiezan, porque las sentimos, por ejemplo en la reforma integral de un cuarto de baño. Empiezan con unos martillazos indiscriminados y ensordecedores, ¡Pom!, ¡Pom!, que hacen temblar, literalmente, las paredes y columnas comunitarias, también las maestras, pero que afectan principalmente a los pisos adyacentes –los más próximos, superior e inferior–, haciendo tintinear los vasos y vajillas de nuestra vitrina, porque, en una primera fase, aporrean sin piedad las vetustas baldosas y el pavimento. Después de retirar los escombros pertinentes, incluida la anticuada e inútil bañera y demás sanitarios, dejan aquel cuarto de baño lleno de tantos agujeros como un queso gruyere. A continuación y después de cementar, preparando el terreno para colocar las nuevas y relucientes baldosas, escucharemos los ¡pim!, ¡pim! y los ¡toc!, ¡toc! acompasados que provienen de aquel martillo más pequeño pero machacón y que retumba en nuestro oído medio y cerebelo con un sonido acompasado, con cadencia, como marcando el ritmo a los penitentes galeotes en una galera romana de esclavos.
Cuando finalmente piensas que todo ha finalizado, recuperando la paz y tranquilidad perdidas antes de las obras menores, escuchamos nuevamente los ¡pom!, ¡pom! y los ¡pim!, ¡pim!, o ¡toc!, ¡toc!, en el mismo u otro piso, rompiendo definitivamente la buena armonía y convivencia comunitarias, desquiciándote los nervios.
Finalmente diremos, no a modo de reproche, que estas obras menores no las suelen hacen las UTE (uniones temporales de empresas) sino los SIN-PA, apelativo este cariñoso de todos aquellos abnegados y avezados albañiles conocidos, o desconocidos, que hacen la obra menor sin factura –IVA no incluido, por supuesto–, que trabajan, no por amor al arte precisamente y que, llegado el caso, pueden convivir con sus mandantes convecinos largas temporadas hasta formar parte "de facto", no "de jure", de la unidad familiar.
 
Nota: Este artículo -ahora retocado en las formas, que no en el fondo-, está en este blog, por ahí perdido, en alguna entrada anterior, y nunca llegué a enviarlo para ser publicado; era, en principio, un artículo para "mis adentros"; pero, hace poco, un amigo mío me comentó que estaba hasta las narices del insoportable ruido que padecía, día sí y otro también, en su vivienda debido al taladro extemporáneo, o el martilleo machacón, de algún  o algunos vecinos de su edificio. Por lo tanto, se lo dedico con todo cariño a mi amigo y a todos aquellos que soportan, con estoicismo, este tipo de torturas comunitarias.

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