APRENDIENDO CON EL INGLÉS
Todo empezó por el interés y tesón de mi querida esposa por
refrescar sus ya amplios conocimientos del idioma de William Shakespeare. Y van ya 28 libros, 150
cedés y más de 100 horas escuchándolo en
la lejanía, pues un servidor es de francés de “toute la vie”, y de inglés lo justito. Como decía, con este curso por fascículos
vienen no uno sino dos periódicos, lo cual es de agradecer en estos tiempos de
crisis. Lo que no sé muy bien es quién acompaña a quién en esto del
mercantilismo periodístico, si el producto al periódico o al revés. Sobre esta
moda había mucho que decir. Pues bien, lo cierto es que gracias a esta
circunstancia conocí “otras plumas”-entiéndanme
bien, quiero decir otras opiniones-, ni peores ni mejores, sino distintas, que
me hicieron ver que “hay vida más allá de
tu periódico habitual”. Manteniéndome fiel, sin embargo, a mis ideas y
convicciones-y a mi periódico habitual-, he
aprendido con el inglés una lección importante –siempre estamos en esa
formación continua en la vida-: Las opiniones pueden y deben ser distintas,
guardando, eso sí, el debido respeto y consideración a las personas, pero la
VERDAD verdadera sólo puede ser una – como nos enseñaron de pequeños
con el catecismo- y la opinión,
si es noticia, tiene que pasar inexorablemente por aquella.
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