FEÍSMO
Conforman nuestro paisaje y paisanaje desde hace décadas;
y son muestra evidente de las vergüenzas
en nuestras playas, montes y fincas.
Adoptan las
más variopintas formas : Somieres
metálicos que otrora sirvieron para el descanso y placer horizontal, ahora se
han convertido en cierres a modo de cancelas en muchas de nuestras fincas;
caravanas oxidadas cubiertas de hiedra y musgo o camufladas entre vegetaciones
silvestres; galpones en forma de bloques asoman entre cimientos de grava y
cemento; y algunas, con el tiempo, han alcanzado asombrosamente la categoría de
pequeños chalets de postín, desafiando las alturas, la aerodinámica y la
arquitectura teórica y práctica.
A pesar de
las advertencias, sanciones urbanísticas,
intentos de demolición, que en algún caso aislado llega a materializarse,
sobreviven en el tiempo ante la pasividad de ayuntamientos y demás Entes Públicos con competencias en la materia, enfrentándose con indolencia a las leyes y al buen gusto.
Falsos
leones o águilas que más bien parecen pichones, y demás fauna indescriptible,
pueblan las ostentosas columnas de las entradas de sus palacios.
Carteles
intimidatorios en sus posesiones: ¡Propiedad Privada, No aparcar!, advierten al
paseante de un lugar dañino y prohibido….
para la vista.
En sus
dominios hacen ostentación de un gusto chabacano, con desproporción evidente
entre las formas y el terreno circundante. Dentro, tiras de hormigón y baldosa
barata; falsos jardines y grama conviven con desproporcionadas “mesas de los
doce apóstoles”; cobertizos imitando a falsos porches copiados de las mejores
películas americanas; especies invasoras
vegetales y arbóreas, antinaturales con el entorno paisajístico.
Mientras
dentro, un coro de canes solitarios y aburridos, y el ruido extemporáneo y
dominguero del bricolaje más agresivo, rompen la tranquilidad y truncan el
sosiego necesario que debe presidir la naturaleza en todo momento.
En
definitiva, son la antítesis y el estereotipo
más rancio del buen gusto
paisajístico.
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