EL PRIMO DE
HACIENDA
Todos hemos oído alguna vez aquello
de: “Es que tengo un primo en
Hacienda-puede ser en cualquier
departamento u organismo público-, que me lo resuelve todo”.
Elevamos
a nuestro primo a la categoría de
oráculo de Delfos de nuestros intereses e inquietudes, principalmente
económicas, esperando que resuelva de forma satisfactoria nuestros problemas
terrenales. Que tenemos un “affaire”
con nuestra declaración de la renta, echamos mano de nuestro primo de Hacienda; que nos han puesto
una multa de tráfico, pues habrá que recurrir a nuestro primo particular en el departamento correspondiente; que de lo que
se trata es que nos resuelvan rápido una prestación económica , pues lo mismo,
acudiremos a nuestro primo de la
Seguridad Social; y si Vd., es empresario, cuentapropista o no, y quiere que le
ayuden con una subvención torticera moviendo su expediente milagrosamente desde
la cola al principio de nuestros deseos, tendremos necesariamente que recurrir
a un comprimario, que a su vez le
susurre al oído del primo principal y
responsable en última instancia para que haga valer su posición de dominio, y
así satisfacer nuestros deseos más lascivos.
A
veces, nuestro primo es real y se
deja hacer el primo sin más,
dejándose llevar por su altivez y fanfarronería, coadyuvando a nuestros
intereses. Otras muchas nos creamos a medida un primo irreal, imaginario, para dar rienda suelta a nuestros deseos
más falaces, y para que nuestros vecinos, amigos y competidores piensen que no
eres un don nadie del tres al cuarto
y que conoces a la perfección los caminos inescrutables de la burocracia y el
poder.
Todo
dependerá de que nuestro primo se porte como Dios manda, y no nos
encalabrine más de lo estrictamente necesario.
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