LA OTRA CARA DE LA CRISIS
Ya conocemos la consecuencia de la crisis económica o
recesión, o como quieran calificarla, que estamos padeciendo: El paro, la
corrupción, la desconfianza, la pérdida de valores. Esta es la cara conocida
más amarga. Pero como ocurre con nuestro único satélite natural, la crisis
también tiene otra que, oculta muchas veces antaño, aflora en estos
tiempos convulsos y nos muestra su lado más humano. No sé si es la consecuencia
o la necesidad, pero observamos que las personas se unen en sus desgracias y
comparten sentimientos, proyectos e ilusiones. Se reúnen, no en restaurantes,
ni en los cines y teatros, ni ,en período vacacional, en lugares remotos de
nuestro Planeta-qué necesidad hay, digo
yo, si desconocemos muchas de nuestras joyas paisajísticas más cercanas-;
ni tan siquiera en una bañera con hidromasaje en medio del océano. No, se
reúnen en las ágoras de la vida, en nuestros pueblos y aldeas; en nuestras calles
y plazas que, otrora deshabitadas, vuelven a llenarse de voces amigas. También
en nuestras propias casas, o en las de nuestros amigos y familiares,
compartiendo mesa y mantel desempolvado tras meses de letargo. Mantenemos
conversaciones trascendentes y también existenciales, despicándonos de todas
nuestras desgracias; o simplemente haciendo uso de nuestro derecho de
digresión, llevando la conversación y la mirada a terrenos más amables. A
veces, nos acordamos de nuestros manes y les echamos en falta. En la mayoría de
las ocasiones lo que tratamos es sencillamente de pasar un momento agradable en
compañía de los nuestros, alejados de una realidad cruel e implacable con los
más vulnerables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario