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viernes, 30 de marzo de 2012

ESCRITOR DE OFICIO- artículo periodístico-

praia de area de Bon

ESCRITOR  DE  OFICIO 

Lo confieso con rubor: Tengo una legión de seguidores leyendo mis artículos. Eso sí, se pueden contar con los dedos de las manos, porque aquí lo que me importa explicar no es el “quantum”, sino  quienes; además una legión no significa necesariamente que haya cien, mil o más. Según nuestro diccionario de la R.A.E. legión es: ”Número indeterminado y copioso de personas, espíritus, y aun de ciertos animales”. Y para mí copioso, cualitativamente hablando, claro, no tiene por qué representar más de las falanges de los dedos.
            El otro día, un amigo de la infancia al que no había vuelto a ver desde hacía tiempo-incluido en mi legión de seguidores-, me llamó. Te vi, perdón, te leí en la prensa el otro día. Últimamente sales mucho, ¿no?; para luego confesarme: “Soy el más fiel seguidor de tus artículos”. Yo le respondí: No salgo ni mucho ni poco, sino todo lo contrario, siempre y cuando amablemente los diarios me lo permiten. Además, me aburro enormemente sin hacer nada dada mi situación profesional actual; y qué mejor forma que ocupar el tiempo-mi tiempo-y el espacio-el de todos-, escribiendo. Además, es muy barata esta  afición –oficio mío-, pues sólo necesitas papel y lápiz.
            Algunos me dicen que no lo hago del todo mal; otros me tachan de utilizar el recurso de la ironía y doble sentido en exceso; la inmensa mayoría me ignora, simplemente. Lo que sí es cierto es que uno escribe para sus adentros y también para sus afueras porque, llegado el momento, necesitamos comunicarnos con el público, ya sea en forma de legión, tropa o “espíritus”, que también los hay en este mundo y muchos. Sólo basta una chispa que, por muy pequeña que parezca a simple vista, sea capaz de prender la llama de la imaginación; y para ello me sirvo-con permiso previo o sin él- de mis amigos más próximos, de personas conocidas y desconocidas; en definitiva, soy un observador de la vida misma.
            Como iba diciendo, este buen amigo de la infancia, al reconocerme y leerme en los periódicos me propuso lo siguiente: “Tenemos un pequeño problemilla en nuestra comunidad de vecinos con uno que nos la tiene jurada por un malentendido sin importancia, me dijo”. A raíz del cual nos puso a caer de un burro y a parir al mismo tiempo mediante una carta depositada en nuestros buzones comunitarios. En esta misiva depositada con alevosía, premeditación  y nos consta que también nocturnidad, profería toda clase de insidias sin ningún fundamento, haciéndonos culpables y partícipes de todos sus males, además, con un lenguaje grosero, zafio y soez, impropio de un convecino de facto y de jure desde hace más de treinta años. La verdad, no lo esperábamos de él.
            Fue la gota que colmó el vaso, y en junta extraordinaria ad hoc y por unanimidad de los presentes acordamos realizar las gestiones oportunas para contratar ex profeso  y requerir los servicios profesionales  de un escritor o articulista, no de un escribano, ni un negro,  ni escribidor de pacotilla. Este profesional escritor se encargaría, pues, de redactar una carta, artículo periodístico o columna para, de esta forma, reconvenir como Dios manda a nuestro maleducado y grosero convecino. Este mandatario escritor  tendría que exponer ad litteram  a nuestro vecino díscolo la argumentación sostenida y la pretensión de la parte contratante; y  expresar, con objetividad y claridad meridiana, la posición común de los condueños de la Comunidad ante tanta sarta de mentiras e insidias. Por supuesto, en el acta de esta junta extraordinaria constó por escrito que la persona que se contratase tuviese libertad  en cuanto a la forma, ya fuese utilizando los recursos habituales como metáforas, parafraseos, metonimias, paradojas y antítesis. Eso sí, el fondo de la cuestión sería el que es, mutatis mutandi. Ah!, también se hizo constar en acta, a modo de nota marginal, que, en la medida de lo posible no se utilizase en demasía el recurso de la ironía y doble sentido, pues podríamos exacerbar aún más el ánimo de nuestro vecino torticero, y caldear aún más el ambiente comunitario. Este ha sido,  grosso modo, el “problemilla” que tiene mi amigo y la comunidad de propietarios.

            ¿Cuánto nos vas a cobrar por tu trabajo?,  preguntó mi amigo. Será todo un placer, le contesté sin más, estamos entre amigos, ¿no?
            Dicho y hecho, me puse ipso facto en el encargo. Y así fue, mis queridos amigos como me convertí, sin proponérmelo, en escritor de oficio, casi en escribano pero sin escribanía.

Nota marginal: Me olvidé comentar que mi vecino de la infancia es el presidente de la comunidad de propietarios. Para que no haya lugar a suspicacias. Esta contratación no creo que esté tipificada en el código penal como cohecho impropio pasivo, entiendo.

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