ESTE VERANO PUÑETERO
Lo que nos está sucediendo este verano con el tiempo no es
normal. No basta con que hayamos recuperado el Códice Calixtino; que después de
toda una vida buscándolo, la comunidad científica haya encontrado por fin la
“partícula de Dios”; que hayamos descubierto las miserias de nuestro sólido
sistema financiero, y también las de la City de Londres; que seamos capaces de
comprender el efecto yo-yo bioquímico en nuestro organismo descifrando cómo, después
de pasarlas canutas con una dieta, recuperamos a posteriori el peso perdido; que “la roja” haya conseguido lo que ninguna otra en el mundo
futbolístico con la última victoria en la Eurocopa; que un tal Tito y un tal
Suso, vecinos de Bueu, fueran capaces de recorrer a nado los 13,5 kilómetros
que separan las islas de Ons de esta hermosa Villa marinera, etc, etc.
Pero todas estas conquistas saben a poco
viendo pasar encima de nuestras cabezas un día sí y otro también los nubarrones
que nos regala en este arranque del verano nuestra meteorología. Estamos hasta
el gorro de este tiempo puñetero. Que levante la mano el que haya estado más de
dos días seguidos en la playa. ¡Ya está bien, hombre! Nuestros bandullos crecen
a medida que lo hacen las decisiones de nuestro Gobierno. Tengo en mi flujo
sanguíneo unos niveles de grelina del
copón por pisar la playa y achicharrarme tendido al sol, cual hoja de bacalao
de Terranova, sin temor a los chubascos; de nadar furtivamente hasta la boya y
de tomarme una cerveza bien fría en el chiringuito. Este tiempo que tenemos, mezcla
de primavera y otoño, se sirve bien fresquito y aderezado por las medidas
económicas de nuestro Gobierno empeñado en que hagamos dieta dura y perpetua de
verdad, desafiando la teoría del yo-yo de marras. Lo único que quedará de esta
dieta hipocalórica inducida será algunas estrías tan profundas que no nos va a
conocer ni San Benito el próximo verano, y será la señal inequívoca de los
tiempos de penuria que nos ha tocado vivir.
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